09 junio 2008

Volver a pensar la educación *

Volver a pensar la educación nos posiciona en una actitud de diálogo, de prudencia y de reflexión colectiva, entendiendo que estamos viviendo, en la provincia, el país y en el mundo, un proceso de profundos cambios y transformaciones, no sólo en la educación, sino también en el mundo del trabajo, de la economía, en el de la cultura, en el de la política. Lo cual implica que el punto de partida de cualquier reflexión sobre los problemas educativos será empezar a pensar en términos de complejidad de la realidad social, pues muchos de los parámetros con los cuales nos movíamos hasta hace pocos años han dejado de tener vigencia.
¿En qué crisis estamos? Están aquellas crisis como impasse en las que transcurre una descomposición de una totalidad, pero también hay fundación de otra, que es lo que solemos llamar como transición. Están aquellas crisis como devenir caótico en las cuales, si bien hay descomposición de una totalidad, nada indica que esa descomposición esté seguida de una recomposición general, diferente en su forma pero idéntica en su función totalizadora. La crisis actual no es un impasse ni una coyuntura sino un modo de funcionamiento efectivo, una modalidad de una dinámica cuya forma irrevocable es el devenir no reglado. Quizás estemos en esta última. La perplejidad que circula podría ser un rasgo distintivo de la crisis actual, la cual no puede ser analizada con las categorías que disponíamos para pensar los problemas educativos.
Hoy en día, nadie está conforme con la educación que tiene. Si se recorre un poco la literatura comparada en materia educacional, aún los países que suponemos exitosos admiten que en estos nuevos contextos históricos, sociales y culturales, la educación que se tiene no es suficiente y surge la necesidad del cambio educativo, de búsqueda de soluciones para resolver los problemas educativos.
Una de las líneas que se discuten, y que se reconoce, es que las transformaciones educativas son sistémicas. En este enfoque, los cambios deberían realizarse al conjunto de dimensiones del sistema educativo: financiamiento, organización institucional, contenidos, estrategias metodológicas, estilos de gestión, formación docente, etc. Pero, tales cambios no se realizan todos al mismo tiempo porque sería imposible hacerlo, sino que habría que definir cuál será la secuencia del cambio y la dirección del mismo. Y aquí entra a jugar el componente político, pues al definir una secuencia de cambio habrá que determinar qué es lo prioritario, y en países como el nuestro en el que todo es urgente y prioritario, se hace dura y conflictiva la discusión. Poner en discusión la cuestión educativa no es sólo una operación técnica, sino que implica lograr consensos, acuerdos, concertaciones, entre los diferentes sectores involucrados, lo cual no es sencillo pero tenemos que hacerlo. Lo que sí existe es un consenso generalizado acerca de la importancia que tiene la educación para el desarrollo de una sociedad más justa y democrática. Por lo tanto, la discusión sobre políticas educativas hay que ponerla más allá de los intereses inmediatos y coyunturales de una determinada administración gubernamental, deben tener cierta continuidad en contextos cada vez más diversos y cambiantes, al menos una continuidad en la visión del sentido de por qué y para qué educar.
Lic. Vilma Herrera

* este artículo fue publicado en Diario local, junio 2006, como parte producción de la Asociación CE.PRO.DE.RE. (Centro de Estudios para la promoción y el desarrollo regional)
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