05 diciembre 2008

Una Reseña Crítica del texto "Perón o Muerte"

Una apreciación de la lectora.
Para quien quiera tener una visión desde el análisis del discurso, o también un análisis semiológico, de lo que es el peronismo, el acercarse a la obra Perón o Muerte de Eliseo Verón- Sigal podrá tener un camino para comprender lo que es el peronismo en sí y sobre la relación entre enunciación peronista y democracia participativa.
Recorrer la lectura de los diferentes capítulos es un deleite que conjuga la belleza literaria con el tratamiento riguroso de los principales elementos de la enunciación peronista, de la circulación de ese discurso y del reconocimiento discursivo desde el punto de vista de la izquierda peronista.
Transitar los diferentes capítulos es transitar los pasos del peronismo, en tiempo de tragedia histórica protagonizada por actores con sus relaciones de amor y dominio, que atraviesan sucesivas etapas de preparación, nudo, desenlace y muerte. Del título mismo se desprende que por detrás de su lectura como obra científica, "Perón o Muerte..." puede ser leído en clave trágica, a través de la cual los autores fijan una posición subjetiva contraria al peronismo.

OBJETIVOS
El texto Perón o Muerte tiene como objeto al peronismo, entendiendo a éste como un caso del discurso político. A través de la noción de ‘objeto’ y la de ‘discurso’ es que los autores han construido el fenómeno peronista como objeto.
Los autores, a sabiendas de las reacciones en contrario que produce este tipo de análisis, se proponen comprender, aunque sea de manera imperfecta, parcial y provisoria, lo que sucedió en la Argentina en 1973-74, tratando de encontrar una lógica de un proceso político. Fundamentalmente, se preguntaron sobre un problema de reconocimiento: querían comprender el proceso político que culminó en el gobierno peronista de 1973-1974, y en particular el papel jugado por la llamada ‘izquierda’ peronista, a través de la juventud y del movimiento Montoneros.
La búsqueda de esta comprensión del fenómeno peronista se realizó abordando los sucesos políticos como fenómeno discursivo.

CATEGORÍAS TEÓRICAS CENTRALES.


La forma de abordaje de este fenómeno utilizado por los autores es la teoría del discurso y su análisis, considerado como la mejor alternativa para comprender los procesos políticos específicos. Contraponen esta alternativa a otras vistas como insuficientes, tales como la sola reflexión filosófica, la teoría de la acción social (que recomienda ponerse en el punto de vista del actor), o la perspectiva de la teoría de la comunicación (que identifica emisor y receptor y se formula desde el punto de vista subjetivo del actor).
Los autores recurren a la noción de Discurso para identificar los mecanismos significantes que estructuran el comportamiento social. Como todo comportamiento social, la acción política no es comprensible fuera del orden simbólico que la genera y del universo imaginario que ella misma engendra dentro de un campo determinado de relaciones sociales. Estudiar la producción discursiva asociada a un campo determinado de relaciones sociales es describir los mecanismos significantes sin cuya identificación la conceptualización de los procesos estudiados es imposible.
Lo que interesa al análisis del discurso es la descripción de la configuración compleja de condiciones que determinan el funcionamiento de un sistema de relaciones sociales en una situación dada. La caracterización de esas condiciones, no entendidas como condiciones objetivas, sino como condiciones de producción de sentido, que es lo que permite aprehender el orden simbólico como matriz fundamental del comportamiento social y de las estructuraciones de lo imaginario como red compleja de representaciones engendradas en el seno mismo de las prácticas sociales.
Una teoría de la producción de sentido es una teoría del observador. El sentido no es ni subjetivo ni objetivo: es una relación (compleja) entre la producción y la recepción, en el seno de los intercambios del discurso.
Esta relación sólo puede ser captada desde la posición de observador, que es la que ocupa el análisis del discurso. La posición del observador es siempre relativa, o metodológica, o transitoria. Observar un juego de discurso implica ponerse fuera del juego. Esta idea no quiere decir ocupar la posición de lo que sería un observador absoluto, sino que quiere decir jugar a otro juego. La posición del observador implica un desplazamiento, atravesar una frontera, colocándose en un juego para observar otro. Este desplazamiento es relativo, porque puede invertirse.
Estos juegos del discurso son el marco, el contexto, donde en el seno de determinadas relaciones sociales, tiene lugar la producción del sentido. Y una de las propiedades fundamentales del sentido es el carácter no lineal de su circulación.
Un discurso no produce un solo efecto. Un discurso genera, al ser producido en un contexto social dado, un “campo de efectos posibles”. No se trata de deducir cuál es el efecto, sino que entre los posibles que forman en ese campo unos efectos se producirán en unos y otros efectos en otros. El funcionamiento discursivo tiene la propiedad fundamental de la indeterminación relativa del sentido: el sentido no opera según una causalidad lineal.
Además, en la investigación de los discursos sociales corresponden dos modos de análisis del discurso: la producción y el reconocimiento.
En la relación con de los discursos con sus condiciones de producción, y las variaciones que se presentan en esa relación afectan los mecanismos de enunciación.
Esta noción de enunciación es un concepto nodal en el análisis. Ésta constituye uno de los términos que opone enunciación a enunciado, considerándose al primero a aquel que se piensa cuando se habla de ‘contenido’ de un discurso, y el segundo hace referencia al nivel del discurso en el que se construye, no lo que se dice, sino la relación del que habla a aquello que dice.
El plano de la enunciación comprende dos grandes aspectos:
- las entidades de la enunciación. Todo discurso construye dos ‘entidades’ enunciativa: - la del que habla, o también enunciador.
- la imagen de aquel a quien se habla, o destinatario.
Ambos, enunciador y destinatario son entidades del imaginario.
- y las relaciones entre esas entidades.


CONCLUSIONES

Luego de recorrer con avidez el análisis realizado por los autores, identificamos las conclusiones a las que arriban:
Ø El peronismo no puede ser caracterizado como una ‘ideología’ o, en otros términos, su continuidad histórica y su coherencia discursiva no reposan en la permanencia de ciertos contenidos que configurarían algo así como la “ideología peronista”. Dicha continuidad y coherencia existen pero se sitúan en otro plano. El peronismo no es reductible a una ideología.
Ø Su especificidad reside en su dimensión ideológica, vale decir, en la manera en que el discurso peronista construye su relación con el sistema político democrático.
Ø Se sitúa en el plano de la enunciación en que se construye la relación de un discurso con sus condiciones sociales de producción.
La continuidad del peronismo, su coherencia y su especificidad no se sitúan en el plano de los enunciados que componen la doctrina, sino en el plano de la enunciación.
Ø En tanto fenómeno discursivo, el peronismo no es otra cosa que un dispositivo particular de enunciación a través del cual el discurso se articula, de una manera específica, al campo político definido por las instituciones democráticas.


SÍNTESIS DE LA CARACTERIZACIÓN DEL DISCURSO PERONISTA.

El trabajo de análisis comienza identificando el modo en que se produce el discurso peronista, y los rasgos principales del dispositivo de enunciación, de cómo se articula la palabra política al sistema político.
¿Cómo se origina el movimiento político que tiene como líder a Perón? Una invariante que estructura el dispositivo de enunciación es el modelo de llegada, que se puede observar tanto en el período inicial como en el exilio. El enunciador (él, Perón) construye una distancia explícita entre sí mismo y el destinatario (el pueblo argentino). Distancia que se construye tanto respecto del pueblo como de sus propios partidarios.
Perón se construye en su posición de enunciador como la de alguien que llega. ¿de dónde llega? Desde afuera, de un ‘exterior’ sea geográfico (el exilio) o abstracto (cuartel). Se establece una relación entre Perón y el pueblo marcada por la exterioridad. Y en esa relación Perón es exterior al pueblo y a la política, ha vivido distante, y como buen servidor ahora llega para producir el momento fuerte del encuentro. En tanto el enunciatario, el pueblo, es pasivo ("de la casa al trabajo, del trabajo a la casa), lo recibe y depende de él. Perón llega desde el mundo del orden, del cuartel, al mundo bajo de la política y del estado, que se ha degenerado y su misión es regenerarlo. Aquí se produce un pasaje que implica la entrada en la política, y el llega para con la misión de mejorar la política y el estado que estaba deteriorado.
Perón es la unificación armoniosa de pueblo, Patria y Estado.
Su llegada es el encuentro de los valores inmutables de la sociedad militar con los valores degradados de la sociedad civil, una intervención a-temporal patriótica de la sociedad militar en el tiempo histórico de la sociedad civil y del Estado. En ese encuentro la sociedad civil será despojada de su historicidad. La llegada de Perón tiene lugar en un momento determinado, en un tiempo – espacio a-histórico, lo que hace que el panorama del país sea absorbido por el tiempo único de la Patria.
La intervención de Perón queda definida desde el lugar de la carencia, de la insuficiencia. Entonces, su presencia se vuelve el significante de una ausencia que el líder viene a asumir: el llegar significa ‘ocupar la cosa pública’.
En la primera etapa del fenómeno peronista, y a partir de ese modelo de llegada, de distancia y exterioridad, se elabora una ecuación compleja e interesante entre ejército, pueblo y trabajadores. Estos colectivos se encuentran separados antes de la llegada de Perón, por la irresponsabilidad de los políticos, y que con la intervención del líder, si y sólo si con él se resuelve esa separación. Esta articulación crítica es el lugar del enunciador-líder, su mediación es absolutamente indispensable, par alcanzar el objetivo de la revolución que será la unidad nacional. Sólo la persona de Perón es la que unifica los distintos colectivos que constituyen la nación. "Bajo la mirada de Perón, los trabajadores se descubren como argentinos".

Otra clave para entender la estructura del discurso político peronista es la idea de vaciamiento del campo político, cuya definición de los objetivos del proyecto varió en distintas etapas del peronismo, su función discursiva y sus efectos respecto del conjunto de componentes del discurso peronista permanecieron invariables a través del tiempo. Estos objetivos del proyecto peronista son: redención (período inicial), organización (etapa presidencial 1946-55), liberación (exilio) y reconstrucción (regreso de 1973).
El modelo de llegada, que se traduce en el proyecto peronista que viene a transformar ese vaciamiento del campo político, esa degradación de la sociedad civil y el abandono del Estado a la población trabajadora, se define en una ‘hora grave’ de la historia de la Patria, y contiene por definición un llamado a todos los argentinos. El peronismo viene siendo en los distintos momentos ‘un acto de grandeza y patriotismo’. Así el proyecto peronista es el único modo de reencuentro con la Patria misma en horas graves, y se da en “otro” nivel: el nivel de la verdad.
El cambio de nivel que implica el proyecto peronista es inseparable del discurso de Perón-enunciador: por la boca de Perón, es la verdad misma que se expresa. El discurso peronista no es otra cosa de decir la verdad misma., porque Perón no promete como lo hacen ‘los políticos’, sino que realiza. Perón no propone un nuevo proyecto político, solamente viene a hacer lo que hay que hacer, lo que desde siempre habría que haber hecho.
De allí que, por un solo movimiento que Perón está en la verdad, se ubica en el plano de una realidad que es la de la Nación, apela a los argentinos y está más allá de la política y de las ideologías.
Esta reivindicación de la verdad es inseparable del dispositivo de construcción de su legitimidad como enunciador: la palabra peronista representa en el campo político, la palabra verdadera, y es porque su carácter de tal está asegurado por su origen, y éste es exterior al campo político. Nuevamente el modelo de llegada: la verdad y la realidad son introducidas en el universo de discurso del Estado por el propio enunciador.

El proyecto peronista implica necesariamente una relación privilegiada con el colectivo argentinos: entre peronistas y argentinos existe un juego complejo que define una característica básica del discurso peronista.
La Doctrina peronista está asociada a la idea de unión de todos los argentinos, y por tanto, será la doctrina nacional. Si la Constitución es el discurso preformativo que define al ciudadano, y ésta es Justicialista, la Doctrina Justicialista será la doctrina nacional. Se establece un juego entre las entidades ‘Nación’, ‘Doctrina’, ‘Movimiento’, y el colectivo ‘argentinos’. La identidad entre el colectivo ‘argentinos’ y el ‘movimiento peronista’ se producirá en el tiempo.
Al estar la doctrina presente en sus principios fundamentales desde el comienzo, y al establecer la coincidencia de identidad entre el movimiento y los argentinos como una necesidad absoluta, implícita en el concepto de argentinos, todo lo que no provenga del discurso peronista –que en definitiva es lo que Perón-enunciador dice y es la verdad- queda fuera. Así se designa en forma general para englobar a todos los no peronistas: anti-Patria, anti-peronista, o sea el "otro político" queda excluido y relegado al lugar oscuro de la antipatria, al "orden de la sombra". La construcción del enemigo permanecerá inseparable en el discurso de Perón, del imaginario de la sombra: está oculto, agazapado, opera en la sombra, se infiltra, etc. El verdadero argentino va a rechazar a estos "políticos oscuros" y va a reconocer con nitidez que "para un peronista no hay nada mejor que otro peronista". El dispositivo peronista consistirá en la oposición entre un ‘Nosotros’ y un ‘Ellos’, que es expulsado del campo político. El adversario es reducido a un principio abstracto de oposición, a la vez que se lo despoja de toda pertinencia discursiva. El adversario no tiene proyecto político.
Perón construye una posición que lo deja a si mismo como única voz legítima, constituyendo varios colectivos: los soldados, los trabajadores, los argentinos y los peronistas. Cada uno de estos colectivos es plural, está constituido por multitudes y se personifica en un colectivo singular: de los soldados, el ejército; de los trabajadores, el pueblo; de los argentinos, la patria y de los Peronistas, Perón. Ahora bien, de todos esos colectivos plurales, representados en colectivos singulares, el único que tiene voz y produce discurso es Perón.
Es decir, Perón se sitúa en el mismo plano que los colectivos singulares, al que le corresponde un colectivo plural: los peronistas. La diferencia fundamental entre Perón y los otros colectivos es que éstos últimos son mudos, y Perón es el único colectivo singular que habla, y por eso mismo es capaz de expresar los otros colectivos. Esta asimilación del enunciador –Perón al rango de colectivo singular implica un fenómeno de identificación del poder en la figura de un individuo que es exactamente lo contrario de la personalización, como se suele entender. El discurso político del peronismo no se explica por la construcción de un liderazgo alrededor de propiedades específicas y concretas de una persona, sino por el contrario, por un proceso de abstracción del enunciador por el cual éste comienza a funcionar en el mismo registro que entidades como el Pueblo, la Patria o la Nación. En el momento en que el dispositivo de enunciación de Perón adquiere su forma definitiva, el enunciador Perón se convierte en enunciador abstracto. Tal calificación expresa la posición estructural: Perón ocupa ese lugar que es de la Patria y el del Pueblo.

Habíamos mencionado como en un primer momento del funcionamiento discursivo se construía a los que eran diferente o distinto a lo que el enunciador-Perón decía, y cómo se caracterizaba al adversario político. Pues bien, ahora se produce un cambio sustancial en los contenidos ideológicos del discurso Perón. Junto al nosotros ‘los peronistas’ y al nosotros ‘los argentinos’ Perón ha acuñado un nuevo colectivo nosotros ‘los políticos’, que se asocia a la idea de que hay diferentes formas de entender y de servir a la Patria.
Así, el triunfo de Cámpora, no será el triunfo del justicialismo sino de la civilidad frente a los militares, y esta civilidad asumirá la forma concreta del nosotros ‘los políticos’. Para constituir el ‘nosotros los políticos’ Perón debe renunciar necesariamente a la dicotomía que había marcado la escena política: peronistas y antiperonistas. Si bien desaparece esta asociación el vaciamiento del campo político sigue permaneciendo, pues la promoción de los políticos se hace al precio de la descalificación de la política. La política como arena ideológica reconocida no existe en 1973, como no existió nunca en el universo discursivo peronista.
Así, la política puede entrar en el universo pensable del discurso peronista; los políticos no peronistas ya no son enemigos y la imposibilidad intrínseca del discurso de Perón para construir adversarios explica que se conviertan en amigos que conversan con Perón, que el único modo de salir de ‘ellos’ sea la inclusión directa con el ‘nosotros’. Ese nosotros coincide con el nosotros más amplio, ‘los argentinos’ –donde han entrado amigos, partidos no peronistas- y el ‘Otro’ que es expulsado a las zonas oscuras. La nueva consigna dirá: "Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino".
Pero el funcionamiento básico del dispositivo discursivo queda intacto. Perón declara que los no peronistas no son necesariamente antiperonistas/antiargentinos, sino que establece que las diferencias son de grado, de opinión, y no de oposición, con lo cual produce una devaluación automática de la identidad peronista y una inversión de los requisitos de prueba de la identidad. Perón hace del justicialismo una opción política como las otras y la sitúa en la escena política vaciada.
Perón ha colocado al Movimiento en el mismo plano que los otros partidos, colocándose en situación de igualdad respecto de los demás dirigentes políticos, situación que se expresa en el ‘nosotros los políticos’. Pero, Perón debe colocarse de alguna manera fuera del peronismo para no perder su lugar privilegiado. Para ello, opera el desdoblamiento entre el Justicialismo como partido y el Justicialismo como movimiento. Su discurso recupera la identidad profunda entre peronistas y argentinos, identidad que es independiente de los ‘rótulos’ políticos, y constituye un ‘nosotros’ que está más allá de la política. Si se puede ser argentino verdadero sin ser peronista es porque Perón desdobla la identidad peronista para poder afirmar que todo argentino es por (segunda) naturaleza peronista. Perón conserva el monopolio de la verdad que ha arrebatado al peronismo como movimiento político y creando su lugar propio, el ‘nosotros’ de la nacionalidad. Lo que se mantiene es la posición de Perón como único enunciador abstracto parlante.
En el período del exilio, es interesante el modo en que Perón mantiene su liderazgo a la distancia, no se había apartado de los sucesos de la vida política argentina, sino todo lo contrario, mantuvo un control estratégico con éxito durante todo estos años. Este período implica desde el punto de vista discursivo, la estructuración de un complejo dispositivo de comunicación en el cual los aspectos estratégicos del funcionamiento discursivo constituyen el elemento esencial. Si en la época institucional el funcionamiento del discurso peronista reposa en el estructura de se enunciación, el período del exilio se funda en un complejo mecanismo por el cual el discurso peronista se adapta a la nueva situación y se vuelve así inseparable de sus condiciones de circulación.
Desde la exterioridad, la palabra de Perón ya no puede ser pública, sino que está caracterizada por una circulación restringida, a través de ‘instrucciones’ o ‘mensajes’ enviados por Perón a través de sus ‘intermediarios’, dispersándose los fragmentos del discurso de múltiples formas: cartas, libros prohibidos, entrevistas, publicaciones clandestinas.
Proscripto, la estrategia de Perón se orientará a mantener vivo el movimiento peronista alentando cada dirigente peronista a contar con una pieza documental de la palabra de Perón que lo legitima. Se desdobla la persona de Perón (colectivo singular) de los actos de Perón (su enunciación). Cada dirigente se constituye como un enunciador segundo de Perón, legitimado por alguna carta o mensaje de éste. El enunciador segundo puede interpretar el peronismo como quiere, a condición de reenviar a la palabra de Perón como justificación última del discurso peronista.
Los enunciadores segundos, en puja entre sí, producen la "segunda palabra" de Perón. Este discurso segundo no debe ser interpretado como producción sino como una particular forma de recepción de la palabra de Perón, a los efectos de su reproducción.


En la última parte, el análisis se coloca en reconocimiento de los efectos del discurso de Perón en la Juventud y el movimiento de Montoneros. Perón alentó, mientras le convino, a la izquierda peronista, hablándoles de Patria socialista y de Revolución. Pero cuando llegó al gobierno nuevamente, ya no los necesitaba más, de modo que los desautorizó, los insultó, y se deshizo de ellos. ¿Quién es el tramposo? Perón. ¿Quién es la víctima ingenua? La JP, la izquierda peronista.
Lo que caracteriza a la izquierda peronista es la adhesión a un movimiento político específico (el peronismo) como modo de identificación con el pueblo, en la medida en que dicho movimiento aparecía como el principio de unidad política de la clase obrera y de otras capas populares en la Argentina. Pero al tomar esa posición la juventud debió afrontar una contradicción indisoluble: aquella entre la pretensión de hablar en nombre del pueblo, y la necesaria sumisión a otra palabra, la de Perón, reconocida por definición como la expresión misma de la voluntad popular. Esta tensión es permanente e inevitable, engendrada por esta contradicción, es esencial para comprender el discurso de la juventud peronista. Sus términos son constitutivos de la existencia misma de la JP como movimiento: ella no puede abandonar su pretensión de ser el portavoz del Pueblo, pero al mismo tiempo está obligada a aceptar el principio según el cual Perón expresa, por definición, los verdaderos intereses del Pueblo, dado que esta aceptación es el fundamento mismo de la identidad política de la juventud. Para la JP el Perón auténtico es un líder revolucionario, tal como se muestra en "la hora de los pueblos", y el lugar de la JP es el de vanguardia junto al lider, del que se pretende -sin llegar a serlo- su expresión auténtica.
La juventud busca definir su posición de enunciación dentro del peronismo a través de las declaraciones de sus organizaciones armadas y a través de sus publicaciones. El Descamisado busca a su vez situarse como enunciador primero respecto del Pueblo y como enunciador segundo respecto de Perón. El Descamisado se autodefine como un instrumento para descubrir y denunciar al enemigo que está siempre presente, y a través de ello es que la juventud busca la legitimidad de su palabra. Sólo la palabra del líder puede señalar al traidor y diferenciar al auténtico peronista, sólo Perón puede definir el nosotros de la identificación. La estrategia de Perón consistió siempre en evitar el arbitraje, insistiendo en que en el peronismo caben todas las ideologías.
De manera compleja se entretejen la producción y el reconocimiento en el seno del un proceso de producción discursiva. La intransferibilidad de la enunciación y el no arbitraje de los conflictos internos son propiedades del discurso mismo de Perón, que definen su estrategia desde el punto de vista de la producción discursiva. Estas propiedades dibujan un ‘campo de efectos’ que puede describirse como el carácter precario de la legitimidad del discurso de todo enunciador segundo, como en el caso de la juventud que trataba de ubicarse en una posición de vanguardia. Mientras que el peronismo sindical acepta la posición segunda de enunciación definida por el discurso de Perón.
En esa mística de la historia popular versión JP, se inserta la identificación de la juventud con Evita. Evita es el enunciador segundo por excelencia, unida a Perón y al Pueblo por el amor. En la voz de evita la lucha a muerte contra al oligarquía es palabra permanente, y en esos términos va a ser retomada por la Izquierda Peronista en un continuo amor-muerte-revolución.
La postura de Perón, en cambio, no es revolucionaria sino estratégica. Hasta 1973 alienta a la izquierda peronista. Pero desde que llega al país (Ezeiza, 20 de Junio de 1973) le va a quitar todo apoyo a la JP y se lo va a brindar al ala sindical y a la derecha peronista. En la masacre de Ezeiza va a irrumpir -según el discurso de la JP- el "otro" interno. Los infiltrados que están en contra de la liberación. La JP espera que Perón denuncie a los responsables de este hecho. Contrariamente, en su primer discurso Perón casi no habla de ello, y llama a la reconstrucción pacífica y a la pasividad popular.

http://www.youtube.com/watch?v=rQQyBvU2B94
Inicialmente la JP actúa como si ignorara ese discurso, una operación aprendida en la etapa anterior. El primer efecto del discurso de Perón es una lectura que consiste en producir otro discurso que ignora la existencia del primero: al silencio responde el silencio. Otra estrategia de lectura fueron aplicadas por el Descamisado y Montoneros. Ambas tienen en común la imposibilidad de emitir enunciados que elaboren la contradicción inicial. Se trata de efectos de la palabra de Perón que no son otra cosa que operaciones realizadas sobre el discurso de Perón.
Pero más adelante se explica las conductas de Perón a través de la teoría del cerco: El que habla, el que se ve no es el verdadero Perón, sino el cerco que los traidores le tienden. El cerco con que los intermediarios rodean a Perón no solamente alerta lo que el pueblo ‘dice o o piensa’ sino que también altera lo que ‘piensa o dice’ Perón. Por estas dos razones se infiere que la palabra de Perón no puede ser considerada su verdadera palabra. En este sentido, el discurso de Perón del 21 de junio no tienen relevancia para Montoneros. No puede ser sino un discurso apócrifo. Y lo es por razones análogas a las que permitían considerar las cartas como apócrifas. Perón está engañado, es un Perón falso. Lo que hay que hacer es romper el cerco para que aparezca el Perón auténtico. El 21 de Julio del 73 Perón recibe a la JP y entonces se anuncia en El Descamisado que "se rompió el cerco". El único tema de este texto es el encuentro mismo, el hecho del encuentro. Este Perón es el vedadero simplemente porque el contacto se ha producido, y la legitimidad proclamada por la juventud no tiene otro contenido que la exhibición del contacto. En el diálogo con el líder no se ha hecho referencia a la doctrina ni a la situación del país ni nada relacionado sobre los temas políticos. Ese contacto es el único elemento significante.
Pero en Agosto del 73 las evidencias siguen hablando por sí: Perón elige a Isabel como compañera de fórmula. Para la JP es incomprensible, pero no se atreve a desobedecer. La edición del órgano de prensa de la JP, del 22 de agosto del 73, en lugar de anunciar que Isabel aceptó la candidatura a vicepresidente, titula "Renunció Evita", remitiendo al renunciamiento del 22 de agosto de 1951. La noticia atrasa el reloj de la JP en 22 años. "... se aproxima aquí al discurso psicótico: en el lugar de la realidad aparece el objeto alucinado del deseo". El evitismo es, para los autores, un "amor alucinado" que lleva a la trampa.
Para fines de 1973 las diferencias entre Perón y la JP son cada vez más evidentes. Un sector minoritario, contrario a la táctica de apartarse de las directivas de Perón, se desgaja y forma la JP Lealtad. Pero el grueso de la JP continúa su rumbo de progresiva ruptura con el lider. A comienzos de 1974 parte de la JP postula que disentir no es traicionar, que la lealtad no excluye la crítica al líder porque la principal lealtad no es a Perón, sino a la clase trabajadora.
Este cambio radical muestra una ruptura en el discurso de la JP. Se profundiza el "desplazamiento temporal", mediante un recurso aprendido en el período anterior: Perón es un sujeto indeterminado, en tanto que el Perón actual es desconocido. Para la Juventud, a comienzos de 1974 "...Perón ya está muerto..." y denuncia la trampa: "Ayer éramos 'los muchachos'... y ahora... nos señalan que hay otros partidos 'socialistas' ..¿Por qué no nos lo dijeron antes...?" La JP agota su contradicción constitutiva y se repliega en su componente de vanguardia, empezando a disputar con Perón el rol de enunciador primero.

(VER http://www.youtube.com/watch?v=UWFOmf23qGw )

El 1º de Mayo para la mística peronista era un momento de comunión lider/ masas. Perón escuchaba a su pueblo, era el verdadero encuentro, el instante mágico de las masas en el poder, "la masa crea, Perón encuadra". Era -en al visión JP- el momento indicado para "romper el cerco" y dar cabida al Perón auténtico previsto en el discurso de la juventud. Los autores dan a esta parte del texto la forma de guión dramático, intercalando fragmentos del discurso de Perón, con las consignas coreadas por los asistentes al acto (2003:229-231). Las masas reclaman a Perón y Perón responde tratándolos de "estúpidos", "imberbes" e "infiltrados". La JP (según ellos, el pueblo) se retira de la plaza, que quedó semivacía. Para los autores, se produjo una perfecta coherencia entre el discurso y las conductas, lo que sucedió en la plaza fue el encuentro brutal con una realidad que nunca fue otra..." La JP cae presa de la "trampa del dispositivo discursivo del peronismo".
¿Cómo explicar, desde el discurso peronista, este desencuentro incomprensible entre Perón y el Pueblo, que por definición, son homólogos? "El pueblo no fue escuchado por Perón". "Esto ha sido un grave error suyo, General". La JP rompe con la doctrina peronista tradicional y se autoatribuye la enunciación legítima que antes detentara Perón. Se repliega en el componente de vanguardia de su contradicción constitutiva, y la lealtad a Perón es encarnada por la lealtad a Montoneros. Desde entonces, la figura de "Perón" solo será una pantalla para la JP. La apuesta de cambiar a Perón estaba perdida. Entonces el dispositivo discursivo sigue siendo: tratar a Perón como si estuviera ausente.

Lic. Vilma Herrera

Sigal, S. - Verón, E. "Perón o Muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista". Edit. Eudeba. Bs. As. 2003

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