26 agosto 2009

Sobre los Talleres de Educadores: Posibilidades y Límites en el campo etnográfico

Al pensar en las posibilidades y limitaciones de los Talleres de educadores al trabajo de campo etnográfico, mi pensamiento vuelve a rescatar de mi memoria el episodio sobre el cuento de Poe Descenso al Maëlstrom, al cual se refiere Elías para dar cuenta del double bind, o enlace doble*.
Me pregunto ¿es que acaso no estamos navegando en el mar de agujeros que la complejidad de la realidad escolar nos presenta al estar atravesada por los múltiples factores que condicionan el trabajo docente? ¿No es acaso el docente el que mejor conoce ese mar de agujeros en el que la práctica y la teoría pretenden disociarse, pero que en su realidad ontológica son inseparables? Pero también, ¿el docente no está acaso como el pescador de Maëlstrom, perdido en el vórtice del remolino de la práctica diaria, con miedos y dudas que le impiden construir una visión para analizar las problemáticas cotidianas? ¿no está acaso atrapado muchas veces en la red de significados, producto de la práctica cotidiana normalizada y normativizada en la cultura institucional? Si navega en ese mar de agujeros, quizás los talleres sean una buena estrategia de investigación de la propia práctica que le permita descotidianeizar lo cotidiano, desnaturalizar lo naturalizado, a la vez que consolida su formación profesional. Y es que los talleres, en el sentido planteado por la autora, unifican las mezquinas intenciones de separar la práctica de la investigación y otras prácticas de formación docente, entre las cuales está la capacitación.
Si nos focalizamos en las prácticas educativas como objeto de conocimiento, nos encontramos con un objeto complejo, un objeto que ‘habla’, los docentes. En un escenario educativo donde despliegan su trabajo atravesados por factores sociales, de pobreza, de realidades multi y pluriculturales, de realidades bilingües se hace difícil la construcción de una identidad profesional. Y es en ese punto en donde los talleres, en el sentido amalgamado de estrategia de investigación/coinvestigación y de perfeccionamiento, tienen amplias posibilidades, permitiendo construir identidades profesionales a partir de las propias experiencias y realidades en las que participan.
Desde el punto de vista de la investigación, se involucran y rescatan las prácticas y significaciones que producen los sujetos considerados protagónicos de la vida escolar: los docentes. Construir conocimientos que posibiliten o colaboren en la elaboración de propuestas de cambio. Unir la investigación a determinada función o servicio social.
Desde el punto de vista del perfeccionamiento se torna relevante el análisis de la práctica cotidiana de los maestros en actividad como modalidad que supone entender a los docentes como profesionales del campo educativo.
En este sentido, los talleres de educadores se tornan en estrategias metodológicas intensivas que posibiliten entramar los aspectos socioestructurales con los procesos y relaciones vividos y significados por los sujetos, permiten un acceso en profundidad al conocimiento de determinados procesos socioculturales. Ello no significa absolutizar este tipo de estrategias. Al contrario, podemos recurrir a otras. Sin embargo, entendemos que las características de intensidad y de interacción con los conocimientos y significados de los sujetos que aportan las estrategias vinculadas al trabajo de campo –tal como lo estamos considerando- resultan relevantes para una investigación educativa de corte etnográfico. A condición de no disociar el trabajo de campo del trabajo conceptual en una dialéctica en la que, tanto uno como otro, adquieren características particulares. Y este es un camino de amplias posibilidades que tienen estas estrategias metodológicas puesto que lo que nos interesa es detenernos en la experiencia intersubjetiva que supone el trabajo de campo etnográfico.
Permite prever un diseño de investigación que se formule a partir de demandas específicas que realizan sujetos involucrados en determinadas problemáticas socioeducativas, y de algún modo posibilita una co-investigación, a la vez, como modalidad de investigación y de coparticipación en acciones dirigidas al logro de objetivos previamente consensuados entre los interesados, donde se pone en tensión tanto la generación de conocimientos como la planificación participativa de determinadas actividades. Tal combinación implica, metodológicamente, diseños que, aunque se relacionen, son diferentes: a) diseños de investigación, tendientes a la generación sistemática de conocimientos; y b) diseños de planificación colectiva, tendientes al logro de determinadas acciones/propósitos grupales (E.Achilli; 1997).
En la experiencia de investigación trabajada por la autora los denominados Taller de Educadores en los que se combinan una estrategia de investigación y una modalidad de perfeccionamiento docente, quizás esté permitiendo a los docentes protagónicos, como en el relato de Poe, pensar en la posibilidad de dominar tanto sus propias y fuertes emociones como la misma situación crítica. Pueden observar con un cierto distanciamiento las conexiones existentes entre aspectos parciales relevantes del proceso, siendo capaces de buscar una solución al problema de la propia supervivencia sin tener el estorbo de las fantasías creadas por uno mismo y, por ende, de una manera relativamente realista, conforme a los hechos; están en condiciones de elaborar una representación simbólica integradora (un “modelo”, una “teoría”) de esas conexiones, representación simbólica sobre cuya base pueden actuar y transformar la situación según lo precisen.
Quizás los docentes e investigadores podamos hacer como este pescador de Maëlstrom, que al verse inmerso en un proceso crítico, que en un primer momento parecía escapar por completo a su dominio. Quizás durante un tiempo estemos aferrados a algún tipo de esperanzas imaginarias y salvíficas. Sin embargo, pasado algún tiempo puede que venga la serenidad de la marea que baja, y podamos pensar con mayor frialdad; al retirarnos mentalmente de la situación, al dominar el miedo y vernos a nosotros mismos, desde una cierta distancia, como un ser humano que, junto con otras fuerzas que forman una determinada constelación, seamos capaces de dirigir los pensamientos hacia la situación de la que somos prisioneros. Como el pescador que advirtió los elementos del proceso incontrolable que podía utilizar para dominar en provecho de su propia supervivencia las condiciones bajo las cuales se desarrollaba aquel procesos, quizás así también nosotros podamos representarnos simbólicamente la estructura y dirección del curso de los acontecimientos, y descubrir un camino para escapar de éste.

Lic. Vilma Herrera.

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* Los pescadores, mientras son atraídos lentamente hacia el vórtice del remolino, pasaron algún tiempo girando junto con otros restos del naufragio alrededor de las paredes cada vez más estrechas del embudo. En un primer momento, los dos hermanos –el menor ya había desaparecido en la tormenta- estaban demasiado sobrecogidos por el miedo como para poder pensar y observar lo que ocurría a su alrededor con claridad. Sin embargo, pasado un rato uno de los hermanos logró sacudirse el miedo. Mientras el mayor, entumecido por la inminente tragedia, estaba agachado e indefenso dentro de la barca, el menor de los dos empezó a mirar a su alrededor con cierta curiosidad. Ahora que podía ver todo con más serenidad, casi como si aquello no le afectara, advirtió ciertas regularidades en los movimientos de los fragmentos del naufragio que giraban junto con la barca. En suma, gracias a la observación y la reflexión se le ocurrió una ‘idea’, una imagen coherente del proceso en que estaba inmerso, una ‘teoría’, empezó a tomar forma en su mente… tras adquirir esta visión sinóptica de las regularidades que presentaba la situación en la que él mismo estaba inmerso y darse cuenta del significado que estas regularidades tenían para su propia actuación, dio los pasos adecuados. Mientras su hermano quedaba petrificado por el miedo, él se ató a un tonel. Instó al mayor a que hiciera lo mismo, pero fue en vano; después salto fuera de la barca. La embarcación y el hermano se hundieron rápidamente y fueron tragados por el abismo. Por el contrario, el tonel al que él estaba atado era atraído hacia las profundidades muy lentamente, de modo que cuando las paredes del embudo fueron, poco a poco, perdiendo verticalidad, y el movimiento circular se hizo menos intenso, el pescador volvió a encontrase en la superficie del mar y regresó al mundo de los vivos.
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