06 octubre 2008

Ir a clase




"IR A "CLASE": DEL AULA AL CAMPUS VIRTUAL".

Lic. Vilma B. Herrera

¿Por dónde comenzar el recorrido de los procesos que se han delineado en este espacio del posgrado? Detengo el pensamiento y trato de pensar sobre cómo pensaba al inicio de esta experiencia de aprendizaje, qué caminos se trazaron, cuáles fueron los pasos, los usos, los despliegues que se han dado? No es pretensión aquí el dar respuestas totalizantes, sino de mostrar mi propia implicación subjetiva en la situación en el devenir de la fluidez de estos nuevos entornos.
Al momento puedo decir que: "Sólo después de atravesar por esta experiencia es que puedo afirmar definitivamente que atravesar una modalidad virtual no puede ser comparada con lo que 'normalmente' conocemos, la modalidad presencial, ya que las características que le son propias define un nuevo marco donde enseñar y aprender. Sin duda son modalidades diferentes, no sé si reemplazables, pero sí con lógicas distintas y ambas necesarias en el momento histórico y social en el que vivimos".
Un primer elemento que se me aparece en mi pensamiento, que todos nosotros conocemos y que nos parece irreemplazable de la escuela, es el aula, la clase.
La situación de aula nos es conocida por todos, todos hemos pasado por ella, estuvimos y estamos mucho tiempo en ella a tal punto que se vuelve 'natural y normal', se inscribe y dejan sus marcas en nuestro carácter. Dentro del aula no sólo encontramos a los docentes y los alumnos, sino también el mobiliario, la arquitectura escolar, los recursos didácticos, los bancos, los pizarrones, la tiza y el borrador, los cuadernos, las carpetas y los libros, todas materialidades en las que se fueron configurando sociohistóricamente formas de comunicación signada por relaciones de autoridad, de poder y saber, lugares que se ocupan en función de las mismas, configuración de determinados usos de los espacios y los tiempos, y que nos resultan tan naturales a la hora de enseñar que muchas veces pasan inadvertidas. Es el paisaje al que estamos acostumbrados.
Ahora, ¿cómo es el aula virtual? ¿cómo se transita en ella? ¿qué operaciones producimos en el intercambio con el material y los espacios virtuales? ¿qué significa participar en ella? ¿cómo se entiende estar presente en el aula virtual? ¿qué significa asistir a clase en el campus virtual? ¿qué sucede con el tiempo en la clase virtual?
El aula es una invención de la pedagogía moderna, surge en un suelo sólido y configura una subjetividad pedagógica. El dispositivo pedagógico de la clase implicó un orden en todo, en donde el docente como figura centralizada o 'encarnación' de la autoridad, expone didácticamente frente a los alumnos quienes lo atienden, lo escuchan y lo obedecen. El docente, y sólo el docente, ocupa el lugar exclusivo del que sabe, lugar rígido, estático, inamovible. Asimismo, para organizar la clase debía utilizar un método, la instrucción simultánea, para garantizar la atención de sus alumnos, por tanto, su dominio era competencia exclusiva del maestro. La responsabilidad del mantenimiento del orden sobre el cuerpo infantil es del docente. Así, queda claramente diferenciado el lugar de la autoridad en la aula. El lugar del docente es una cuestión de disciplina escolar.
Pero esto es posible, cuando la existencia de instituciones y el paradigma de funcionamiento son las instituciones disciplinarias... las cuales se apoyan en la metainstitución del Estado Nación que provee de sentido y consistencia integral[1], y aseguran las condiciones de operatividad. Ahora, después del agotamiento del Estado Nación, como principio general de articulación simbólica trastoca radicalmente el estatuto de las instituciones de encierro, y así los aspectos de este tipo de organizaciones, su consistencia y sentido, se modifican, y por tanto su propio ser y existencia.
Entonces, ¿qué hay de la autoridad en los entornos virtuales? ¿Se perdió la autoridad, las jerarquías? Aquí se nos aparece la figura del tutor, con rasgos más bien de coordinador, de quien guía el proceso, de quien 'habilita' ciertos plazos o permisos, - sin ir más lejos, siempre hay casos de solicitud o pedido de postergación, ¿cómo se considera esto en el aula virtual? y en el presencial?- de quien 'sostiene' cierta ligazón en las interacciones, de facilitador en el proceso interacción y en el de construcción de los aprendizajes, entre otros. Podríamos decir que la autoridad propia de las sociedades disciplinarias se desvanece frente al surgimiento de otras formas de control, de nuevas estructuras de poder, de nuevos entramados de controles. Se ejerce el poder, pero la autoridad está ausente materialmente. Como diría Sennet, tiene autoridad aquel que asume la responsabilidad por el poder que ejerce. "En una jerarquía laboral a la antigua, podía hacerlo declarando abiertamente: "Yo tengo el poder, yo sé qué es lo mejor, obedézcame". Las técnicas modernas de dirección de empresas intentan escapar del aspecto 'autoritario' de tales declaraciones, pero en el proceso se las arreglan para no asumir la responsabilidad de sus actos"[2]. Se nos presenta agradable la situación de realizar los trabajos sin más jefes arbitrarios, produce una sensación de libertad el poder realizar los prácticos en el propio hogar y elaborar según los propios tiempos, ritmos y en cualquier lugar físico. Podría llamarla una autoridad de plástico, de plástico flexible que se acomoda, se alarga, se acorta. Pero, en realidad las jerarquías y normas estrictas operan en los bordes, en la marginalidad, en la incertidumbre, en la intemporalidad, en la flexiblidad.
En este transitar por el espacio virtual, he atravesado diferentes etapas de un proceso, que, en una primera aproximación, fue de adaptación a las tecnologías, al lenguaje escrito como forma de comunicación - 'nos estamos escribiendo' rezan los saludos de despedida en los mails de la tutora- tan diferentes a la comunicación cara a cara al que estamos acostumbrados -'nos vemos'-, al descubrimiento de nuevas formas de transmitir inquietudes, sentimientos y situaciones, tales como las que aparecían en el café - 'no te desanimes, unas palabras de optimismo, no quise decir eso' etc.- compartidas por todos dado que quedaban escritos, o como cuando el azar nos alejó a dos profesores e hizo que volviera a revisar los textos de la clase escritos por ellos. Extraños modos de textualizar las emociones.
Pasada la adaptación, surgió el momento de conocer el espacio virtual como lugar de encuentro y reconocerlo como propio, como lugar de construcción conjunta de conocimientos, nos dedicamos a trabajar sobre temas concretos y avanzamos sobre aspectos conceptuales pudiendo progresivamente construir conocimientos e interactuar con el pensamiento de otros con otros presentes en mi contexto real.
¿cómo definir entonces este nuevo espacio? Consideramos oportuno retomar aquí la idea de situación como "... la producción de una demarcación. Esto es, la producción de un espacio y un tiempo en un medio sin marcas socialmente instituidas. Pero la producción de la situación también implica la creación de la subjetividad capaz de habitar ese espacio y ese tiempo. En este sentido, una situación constituye a su habitante"[3].
Y entonces, ¿qué es asistir a clase y participar en ella? En una situación áulica 'normal', ¿cómo se nos aparece el perfil del alumno que participa en clase?. Se nos aparece atento, toma nota de lo que se desarrolla, levanta la mano, sigue la clase con preguntas, también hay otros que tienen un modo más introvertido de participar pero se nota que leen los textos antes de clase, traen el material, se acercan al docente a preguntarle o mostrarle algo, etc., y con todos estos elementos el docente elabora su propio juicio del alumno. Ahora, cualquiera sea el caso, es sobre todo la presencia, la visibilidad que tiene el docente del alumno - y me atrevo a decir una visibilidad panóptica - el cara a cara de la relación, es lo que permite tener una idea más o menos clara de él, es más, muchas veces se participa tan solo con la asistencia, el estar ahí en el aula, pero disciplinado.
Por otra parte, en la clase virtual parecería ser que si no se escribe no se participa. Así, participar implica otros modos como el de escribir en el café o en el foro, mandar un mail a la tutora, no cortar una 'cadena de construcción de escenas escolares', asistir a clase es bajar todos los jueves el texto, y hasta en lo posible asistir al encuentro presencial aunque no sea obligatorio. Claro que hasta aquí habría cierta similitud con la clase escolar. Pero también, lo es el participar a otros ideas que se van desarrollando, comentar un texto y discutir en otros ámbitos las ideas que se construyen, dialogar respecto de algún punto crítico y analizarlo con alumnos de la clase real, o con un político, o con un amigo; en definitiva la participación no tiene las fronteras del aula tradicional, sino que se desborda de los límites y se suceden sin linealidad.
¿Y qué usos de los tiempos se delinean? Podríamos decir que en la clase escolar, inscripta en una escuela que funciona en la simultaneidad sistémica, el tiempo está sincronizado. Los Calendarios escolares, el ciclo lectivo y escolar, turnos mañana y tarde, horarios por cursos y según materias, el timbre del recreo que marca el inicio y fin de la clase, recreo corto y largo, horas didácticas o reloj para desarrollar la clase, la clase didáctica con actividades iniciales, de desarrollo y finales - en secuencia de 10' , 20 y 10 minutos-, tiempos de trabajo individual y grupal para resolver las tareas, tiempos para la exposición, turnos para levantar la mano, hablar y participar.
En definitiva, el tiempo está signado por las agujas del reloj que de alguna forma nos marcan el cumplimiento, la obligación, el deber, la responsabilidad, de alguna manera nos disciplina nuestra conducta, y así, el cumplir con los horarios, con los tiempos puede ser una marca de una subjetividad pedagógica, siempre y cuando esa subjetividad está instituida, ligada a unas prácticas, a un dispositivo. Pero, ¿nos garantiza eso que hubo aprendizaje? ¿qué lo que se explicó se entendió?. No lo sabemos, pero es suficiente si lo visibilizamos.
De otro modo, el tiempo virtual se nos presenta más bien asincrónico. Los tiempos son flexibles, el tiempo de clase es mientras estoy conectado a Internet y bajo la clase, pero también es lo que fluye hacia fuera, no lo puedo contener. Leo el texto en la pantalla mientras imprimo, o mientras lo imprimo reviso el texto escrito, y lo sigo pensando. Me encuentro en la sala de profesores y hacemos algún comentario. Me encuentro con un grupo de docentes en un curso de capacitación en una localidad cercana, y de repente en un diálogo aparece Jacques Rancière, me doy cuenta y me sorprendo estar compartiendo esas ideas con otros docentes. Se entrecruzan tiempos virtuales y materiales, físicos.
Además, las interacciones en tiempos asincrónicos necesitan más tiempo para resolver las tareas de construcción conjunta, ya que se produce un desfasaje en los diferentes momentos, desde la toma de decisión individual hasta su comunicación al otro para lograr consensos y clarificar opiniones. Parecería ser que existe un compromiso mayor de los alumnos consistente en el requisito de elaborar textos. Un texto, que a diferencia de la palabra que se produce en el cara a cara queda plasmado en el papel, lo que hace que los alumnos manifiesten un sentimiento de mayor compromiso en la producción de los mensajes. Esta cuestión contribuye a lentificar considerablemente las mismas interacciones.
En pocas palabras, del análisis reflexivo, la experiencia resulta valiosísima. El fantasma de la despersonalización parece alejarse frente a la construcción de una ligazón, como el conocimiento se va construyendo socialmente, incluido el andamiaje tutorial, a través de la pantalla. La tarea subjetiva tal vez sea la de re-inventarse como decisión subjetiva y no como imperativo objetivo, lo cual requerirá una estrategia de invención de un espacio y un tiempo determinado por el recorrido subjetivo del que formará parte[4]. Así, la reinvención sería una herramienta disponible para realizar el recorrido. Y ahora me pregunto ¿para dónde quiero ir? ¿cómo comenzar a habitar? ¿cómo no desaparecer?


[1] Grupo Doce. "Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea", Argentina, 2001, pg.12
[2] Sennet, Richard. "La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo". Edit. Anagrama, Barcelona,1998.
[3] Grupo Doce. op. cit., pg. 27
[4] Grupo Doce, op. Cit. pag. 20

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